Filomena Calicchia (Caracas, 1970) jugó poco con muñecas en su infancia. Lo de ella eran las pelotas, los juegos de niños. La fotógrafa, que en noviembre inauguró la exposición Las vidas de Bárbara, empezó a trabajar con Barbies ya entrada en su adultez. Ahora las maneja a su antojo: las pone a dar un discurso, a leer o a cocinar.
La muestra, que se exhibirá hasta el 28 de enero en El Pasillo del Centro de Estudios Fotográficos (ubicado en La Montaña Creativa), reúne 15 imágenes de la muñeca fabricada en Estados Unidos. Es una metáfora del universo femenino. «Quería hacer montajes que reflejaran algunas situaciones de nuestra vida cotidiana», dijo la autora, formada en la escuela Roberto Mata Taller de Fotografía.
Fue ahí que empezó a profesionalizar las imágenes. Y, desde 2008, a trabajar con los juguetes que protagonizan su arte. «Cuando comencé a usarlas fue para dominar la escena. Ese fue el motivo inicial. Las vidas de Bárbara surgió de un proyecto relacionado con un concurso», agregó Calicchia, que entonces recibió una mención en el certamen Una foto x día x 28 días por su obra.
Así, la ingeniero de sistemas regresa a aquellos sueños de la infancia. La Barbie como forjadora del querer ser. «Desde siempre, las muñecas sirvieron para enseñarnos cómo desempeñar los roles que nos esperaban. De niñas, imaginamos cómo seríamos cuando fuésemos grandes», indicó Calicchia. Lo de ella era maestra o astronauta. «Soñamos con ser otras personas, pero nos vemos envueltas en ser madres, esposas, choferes o asistentes de casa».
Por eso las diferentes facetas de la muñeca. Aparece como Presidente, como ejecutiva o, incluso, con una nariz propia de Pinocho que la hace ver como mentirosa. «Eso es parte de la metáfora en que nos convertimos. Tenemos tantos roles que en algún momento tenemos que mentir, o ser lo que no queremos ser. La idea es mostrar esa mujer multifacética», agregó la fotógrafa, influenciada por Francesca Woodman y Rineke Dijkstra.
¿Y mis juguetes?
Calicchia no es una chica plástica. Tampoco una fotógrafa profesional de muñecas. Sólo explora patrones femeninos, que son considerados tradicionales, con un ícono infantil. Y su hija, Daniela, tiene un papel fundamental. De ella es la colección de Barbies que hoy se ven en la galería ubicada en Terrazas del Ávila.
«Al principio ella no entendía lo que hacía y me preguntaba por qué jugaba con sus muñecas. Después comprendió el trabajo y ya dejo que me ayude con la producción», agregó la autora. Así, una juega a ser niña; la otra, a ser fotógrafa. Multifacéticas ambas.
El Universal