No es la primera vez que ella, siempre igual, siempre joven, siempre rubia, protagoniza una serie fotográfica. Lara Alcántara la sacó de su entorno lúdico y la fotografió en situaciones límite: golpeada, prostituida, minusválida y autoflagelada. Ahora, Filomena Calicchia, ingeniera de sistemas fascinada por el arte de las imágenes congeladas, muestra a la Barbie, ese referente de la infancia de millones de niñas en el mundo, en los papeles tradicionalmente asignados a la mujer.
Las vidas de Bárbara , propuesta que se exhibirá hasta finales de este mes en la galería El Pasillo del Centro de Estudios Fotográficos, que está ubicado en La Montaña Creativa, vía Unimet, en Terrazas del Ávila, convierte a la famosa muñeca en una representación de la mujer madre, ama de casa, esposa, ejecutiva, deportista, ecologista y pare usted de contar.
Dice la fotógrafa caraqueña: «Desde siempre las muñecas sirvieron para enseñarnos, a través del juego, cómo desempeñar los papeles que nos esperaban como madres. Pero también de niñas imaginamos cómo seríamos cuando fuésemos grandes, lo que quisiéramos ser. Nunca imaginamos que seríamos muchas, así que seguimos jugando y proyectándonos, sin saberlo, en esas muñecas perfectas».
Eso sí, Calicchia resume en una de sus instantáneas la de Bárbara narizona lo que esa imposición de patrones sociales termina por ser: una falsedad digna de Pinocho.